TRADUCTORES BIÓNICOS… ¡AL PODER!

La inteligencia artificial ha llegado para quedarse y el sector de la traducción no es ajeno a ella. Los motores de traducción de última generación han dejado a un lado las reglas con las que trabajaban y ahora integran redes neuronales dentro del ámbito de la inteligencia artificial que tratan de imitar el aprendizaje humano. Por tanto, cada vez son mejores, sin duda; pero no sustituyen ni muchísimo menos a los traductores humanos. Los motores de traducción automática no saben de contextos, de metáforas, de frases hechas…aún les queda un largo camino por recorrer, pero lo recorrerán de la mano de los traductores humanos, a los que potenciarán y harán más rápidos, más eficientes y más productivos. En una palabra: los harán mejores.

Y en esto consiste ser biónico. Se trata de unir lo mejor de los dos mundos y complementar las capacidades de los seres humanos mediante la tecnología. No son excluyentes ni contrarios, sino plenamente complementarios. Los traductores deben abrazar el cambio y la revolución que ya se está produciendo en su sector. Salvo que se dediquen a la traducción literaria o manejen textos muy creativos, los motores de traducción automática aceleran el proceso de traducción, mejoran considerablemente la productividad, reducen los plazos de entrega a los clientes y, en definitiva, sitúan los servicios de traducción en niveles desconocidos hasta la fecha.

Los traductores ya no son solo traductores. Son más bien lingüistas integrales. Profesionales que conocen muy bien sus idiomas de trabajo y son capaces de poseditar el resultado de un motor de traducción con tal habilidad y precisión que no parece que el borrador inicial lo ha generado una máquina. Y esa es la tendencia: los traductores se convertirán en poseditores, serán profesionales biónicos que potenciarán sus capacidades gracias a la integración de tecnología punta.

Bien es verdad que un oficio tan antiguo como el de traductor puede presentar ciertas reticencias iniciales a la hora de confiar algo tan humano como el lenguaje a una máquina, pero la revolución está aquí y no hay quien la detenga. Los traductores deben pararse un momento, hacer un ejercicio de reflexión y recordar aquello de “renovarse o morir”. No son los primeros que se han visto ni se verán en una coyuntura así. El sector está viviendo una verdadera transformación y nadie puede abstraerse a ella si quiere seguir siendo competitivo.

Valga como ejemplo el sector de la automoción. Se debió de montar un buen revuelo cuando se empezaron a robotizar las primeras líneas de producción y montaje. Y tres cuartos de lo mismo sucedió con la llegada del email. Los empleados de Correos se debieron de sentir amenazados, sin duda. Sería ingenuo (y nada realista) pensar que la tecnología no destruye puestos de trabajo. Por supuesto que lo hace. Pero crea otros nuevos. Otros que nunca habríamos pensado que existirían. En el mercado de la traducción pasa lo mismo. Seguirán haciendo falta los traductores humanos, pero solo serán competitivos aquellos que abracen los motores de traducción y los integren en sus herramientas TAO; aquellos que asuman que poseditarán lo que genere una máquina; aquellos que se reinventen y aprovechen sus extraordinarias capacidades y experiencia para convertirse en consultores lingüísticos; lingüistas integrales que podrán dar un servicio más amplio y hacer precisamente lo que una máquina nunca podrá hacer igual de bien: escribir, editar, localizar y personalizar contenidos, dar formación, aportar creatividad, adaptarse al contexto, desarrollar materiales novedosos…Ahí es donde las personas aportan más valor.

La clave reside en convertir una aparente amenaza en oportunidad; oportunidad para poder traducir más palabras al día con la misma calidad, para aceptar más peticiones y por tanto aumentar los ingresos, para mejorar el servicio a los clientes, para ofrecerles nuevos productos que les hacen falta, aunque todavía no lo saben. De vez en cuando toca salir de la zona de confort. Unas veces lo hacemos de manera voluntaria y otras obligados por una circunstancia ajena a nosotros, como puede ser la llegada de los motores de traducción automática. Pero la inteligencia del ser humano estriba precisamente en su capacidad de adaptación, en darse cuenta de que se ha producido un cambio que le supera, que le trasciende. Y ahí lo único que se puede hacer es reaccionar con una actitud positiva y abrazar el cambio.

La traducción automática no es el futuro, es el presente. Y traerá consigo transformaciones también en los flujos de trabajo, los procesos de traducción, el perfil de los puestos y la estructura de las agencias y el mercado en general. Salvo contadas excepciones, ofrece resultados sorprendentemente buenos, pero siempre será necesaria la intervención de un ser humano. Es importante que todos los usuarios de este tipo de motores sean conscientes de que en ningún escenario el resultado tiene calidad final ni puede ir al cliente. Dentro del cambio de paradigma que supone la traducción automática, debemos “educar” a clientes y usuarios, y hacerles saber que la inteligencia artificial permite generar un borrador decente que ayuda a tener una buena idea general del documento o contar con una base razonable sobre la que trabajar. Pero que nadie espere milagros. Es fundamental gestionar y calibrar las expectativas de aquellas personas que no trabajan con este tipo de motores. No sustituyen a los traductores humanos, no nos sacan de la ecuación, sino que son excelentes compañeros de viaje, sólidos pilares en los que apoyarse, magníficos trampolines desde los que alcanzar cotas de productividad y servicio hasta ahora impensables.

No es la primera vez que un sector profesional afronta una revolución de esta magnitud. Afrontemos el futuro con confianza. Los datos indican que el sector experimentará un fuerte crecimiento en los próximos años. La globalización y la internacionalización son fenómenos al alza y las empresas necesitarán lingüistas bien cualificados, competitivos y especializados para ayudarles en el proceso. Que nadie desista de su sueño de dedicarse a la traducción. Seguirá siendo una profesión apasionante. Os lo dice alguien que lleva 25 años ejerciéndola ininterrumpidamente.